Trabajar con sentido y disfrute

Imagina que las personas se vinculan a una organización según sus habilidades y deseos, atraídas por un propósito superior que mejora las condiciones de vida de quienes trabajan allí y de los actores de interés, de manera saludable y en equilibrio con la naturaleza.

Imagina que estas personas trabajan porque encuentran sentido y disfrute en lo que hacen. Son conscientes de que, si no la pasan bien en un lugar, tiene que ver también con ellos y que no todos los lugares son para todo tipo de personas, por lo que se hacen responsables de sí mismos y resuelven su inconformidad o buscan otro lugar donde fluyan y se sientan mejor.

Además, viven en la confianza de que todos los que están allí tienen la mejor intención y disposición para estar y hacer lo mejor que pueden de manera responsable, así que no se necesitan controles que se sustentan en el miedo y la desconfianza sobre lo que hacen o podrían hacer los demás. Son capaces de conversar con el otro cuando sienten que algo no está saliendo bien y no hay temas “tabú”, “secretos” o “difíciles” que no se puedan hablar.

Suena ideal, ¿cierto?

Sin embargo, es un anhelo generalizado en el discurso personal y organizacional: empresas y personas responsables socialmente, transparentes, honestas, donde lo humano es lo más importante, donde todo el mundo quiere trabajar, creativas, éticas, sostenibles y en armonía con la naturaleza (por nombrar algunos valores o principios corporativos).

A pesar de estas y otras declaraciones, encontrar personas insatisfechas en su trabajo es algo cada vez más común. ¿Qué hacen las organizaciones con esta situación? ¿qué hacen las personas cuando se sienten así? ¿se puede conversar del tema? ¿es posible trabajar con sentido y en disfrute? o ¿aprendimos a pasarlo mal en el trabajo porque no hay otra opción?

Qué bueno sería que las personas pudieran:

Parece tan fácil…

¿Qué hacen en tu organización para que esto sea posible?

¿Qué haces tú para hacer esto posible?